jueves, 22 de septiembre de 2005

Vida y muertes de Duncan McDowell, filius de Ulfan el Tuerto de Tremere Parte 1: De mi juventud

Es al final de mi dilatada vida cuando debo sentarme aquí, en esta sencilla y rústica habitación a la que considero mi sancta desde hace tantos inviernos, y delante de estos pergaminos debo relatar lo que me acaeció desde que vine a este horrendo mundo y porqué se debe usar para evitar que otros caigan en mis mismos errores.
Nací a esta tierra de dolor a principios del siglo XII en las Tierras Altas escocesas con el nombre de Donncadh. Mi familia, los Mac Dowell tenían sus tierras lindando con la Alianza de Magos Herméticos de Carn Drochaiddenul y sería desde allí cuando el que estuvo llamado a ser mi pater, Ulfan el Tuerto, vino a la casa de mis antepasados respondiendo a las llamadas de mis ancestros que no sabían qué ocurría con mi joven cuerpo ya que cambiaba y mutaba convirtiéndome en una bestia salvaje, un lobezno con ansias asesinas. Los hechiceros escoceses, los gruagachan, no pudieron exocisar ese malevolo espíritu y acudieron a los Magos de la Orden de Hermes dado que yo era un noble Mac Dowell y no deseaban dejarme al alcance de las alimañas para el resto de mi vida mortal. El mago Tremere estudió mis cambios, y llegando a la conclusión de que tal vez podría tener el Don, ofreció a mis mayores el despojarme de esta maldición a mí y a los míos pero a cambio deberían dejarme ir con él a Carn Drochaiddenul para ser educado allí. Mis mayores no lo vieron adecuado y finalmente se llevó al acuerdo de que estaría con Ulfan 9 meses del año y 3 meses con mis familiares. Ulfan volvió a su laboratorio y seis meses después regresó con lo que parecía ser la piel recién arrancada de un lobo y usando una serie de hechizos tanto Herméticos como de origen pagano consiguió sacar de mi joven cuerpo el espíritu que me poseía y hacia mudar la piel, quedano atrapado en la piel aún sangrante del lobo. Cumplida esta parte del trato, mis mayores permitieron que me fuera con él a Carn Drochaiddenul, empezando una educación extensa para llegar a controlar el Don.
Al poco tiempo de llegar allí, también llegaría un extranjero del sur, un marino llamado Edurnegorri, el cual dejaría a su propia hija Ainhoa al cuidado de los magos. La joven, hermosa y sin duda alguna con sangre faérica corriendo por sus venas, se convertiría en compañera de juegos y de educación mientras entre nosotros, con el paso de las estaciones, iría surgiendo esa terrible enfermedad sin cura a la que llamamos amor.
Con veintidós años, fui sometido al examen final por mi parens Ulfan el Tuerto, el cual me ordenó que trajera a su presencia la piel del lobo que contenía el espíritu que una vez habitara mi carne. Entré con arrojo y con la temeridad que solo un joven cabeza loca puede llevar a un bosque oscuro, repleto de criaturas de origen faérico y la pude traer conmigo. En dos estaciones conseguí utilizar su poder para poder mudar de piel a voluntad: Duncan Dospieles (como me llamaba mi parens, que con mucha dificultad podía pronunciar mi nombre gaélico) cambiaba a voluntad de hombre a lobo y viceversa y también podía usar ese poder para que otros mutaran su aspecto.
Fui investido como magus en la reunión del tribunal de Loch Leglean en el año de Nuestro Señor de 1155. Cosa rara entre los Tremere que conservan el sigil de su aprendiz como propio, mi señor Ulfan me entregó el mío, que resultaría ser la piel del lobo, ahora una capa larga. Ese mismo año Ainhoa y yo nos desposamos.
Ese verano, con pesar, volvimos los dos a las tierras de mis ancestros, pero allí no encontrábamos nuestro destino, aunque al menos estábamos juntos mi Ainhoa y yo. Qué poco sabía en aquel momento que todo lo que me era familiar iba a cambiar radicalmente en poco tiempo para mi desgracia...
Unos meses después, el mil veces maldecido clan de los Mac Dubh (antiguos adoradores de dioses paganos y sangrientos, o tal vez no tan antiguos como los cristianos vecinos suyos creían) irrumpieron en las tierras de los Mac Dowell con la intención de quemar, saquear y capturar y raptar gentes para llevárselas a un barco oscuro que viajaba hasta el norte con desconocidas y malas intenciones. Pero no contaban con mi presencia y gracias a mis hechizos pude derrotarles, e incluso di muerte a Donnecriadh, el tanist de los Mac Dubh.
Tras esta bochornosa y sangrienta derrota los Mac Dubh urdieron una venganza contra mí: unos meses después los Mac Dubh salieron de la espesura y raptaron a mi amada esposa Ainhoa, dejando un mensaje en el que se emplazaba a que acudiera solo dos días después a la roca negra del Bosque de Daldedoironn o de lo contrario recibiría la cabeza de Ainhoa como premio. Sabiendo que era una trampa, decidí desoir a mis mayores y a Ulfan, con la intención clara de rescatar a la única persona que me importaba en ese sucio mundo de fango. Me interné en el bosque y llegué a la que fuera roca de sacrificios de los Mac Dubh en años anteriores. Allí encontré a Ainhoa desnuda, malherida, maltratada y violada. La furia ante lo que vi que habían hecho con la flor de mi corazón inflamó una bestia olvidada, atrapada en la capa de piel de lobo que cubría mis hombros. El espíritu bestial volvió a mi ser sediento de sangre y el enorme lobo ocupó mi carne y mi sangre. Esquivé las flechas envenenadas de los sicarios de los Mac Dubh, y cacé como indefensos conejillos a docenas de ellos, pero ni mi fuerza ni mi odio me pudo asegurar la total victoria ya que finalmente fui abatido y la inconsciencia borró todo lo demás. Desperté desnudo, atado y amordazado en una cueva, pero los estúpidos Mac Dubh desconocían el alcance de mi Don y fácilmente pude usar magia espontánea para librarme de mis ataduras. Fue fácil recuperar mi capa de piel de lobo, pero no pude encontrar en ningún lugar del bosque a mi amada Ainhoa, es más ni siquiera sabía con certeza si aún estaría viva o habría sido sacrificada en los oscuros rituales de los Mac Dubh. Ese era también mi destino, pero se habría retrasado porque el líder de los Mac Dubh no había llegado aún, pero conseguí eliminar salvajemente a la mayoría de mis captores. Apesumbrado y sin casi esperanza ante el destino final de mi amada, regresé a Carn Drochaiddenul a los cuales informé del paradero del lugar de rituales del clan Mac Dubh. Los magos herméticos veían en estas acciones de mis enemigos la mano de su más antigua némesis, la Araña, y eran motivos más que evidentes para que intervinieran en contra de los Mac Dubh. Las semanas siguientes quedó bien claro que los Mac Dubh a su vez habían puesto precio a mi cabeza. Ulfan el Tuerto, viendo el peligro que podría caer sobre mi persona, y ante mi estado de pesadumbre por la pérdida de mi esposa, me dio la misión de informar al padre de ésta, Edurnegorri, aliado de los magos de Carn Drochaiddenul del destino de su amada hija, mi esposa. Mientras yo estuviera alejado de mis tierras, la Orden de Hermes cuidaría de la seguridad de las tierras y las gentes de los Mac Dowell y cumpliría su venganza contra los Mac Dubh. Protegido contra los piratas, Ulfan me envió en un barco noruego de las Hébridas hacia Francia. Dicho barco estaría ocupado por mercenarios con destino a las guerras que el rey inglés tenía con los franceses en Normandía y Bretaña. Desde allí tomé otro barco hacia el país de los vascos, hogar natal de mi querida Ainhoa.
En aquel barco coincidí con tres hombres, tal vez los mejores camaradas que un hombre podría tener en esta vida. Eran parte de una compañía de mercenarios disuelta: el caballero segundón francés Raoul Legrand; el guerrero bereber Marwan Ibn Zú al-Razí (o Benzú, como le llamaban sus colegas de armas) y el médico judío toledano Josueh ben Tosidah. Los tres no pararían de intentar darme algo de alegría a mi cansado y destrozado cuerpo, entre vino y cervezas. Tal fue su insistencia que finalmente abrí mi corazón a estos desconocidos que decidieron adoptar a un desconsolado mago escocés entre sus filas y al llegar nuestro barco al puerto de Bilbao decidieron seguir su camino hacia las tierras del médico judío en Toledo dando un ligero rodeo, para asegurarse que llegaba sano y salvo a dar la noticia triste del destino de mi amor a su padre...
Pero el destino siempre ha jugado en mi contra y aquella vez no iba a ser para menos, pero esa historia será narrada en otro momento.

1 comentario:

El Nigromante dijo...

Bueno, bueno, que potita historia de amoll. De todas maneras todavía está por ver si la vida de Duncan McDowell de Tremere va a extenderse lo bastante como para que cuente sus memorias desde la vejez...