sábado, 24 de septiembre de 2005

Sueños tangerinos, vol. 2

Bueno, prosigamos con estas fantásticas aventuras narradas bajo un título que suena a recopilatorio new age...

A diferencia de la vez anterior, en que nos dejamos guiar y manipular por los guías de la agencia apuntándonos a un par de excursiones -y que supusieron un gasto extra de 30 euritos por barba-, esta vez decidimos ir a nuestro aire y movernos libremente por tierras de Berbería. Así que el mismo viernes por la tarde habiamos ido a la Estación de Autobuses tangerina para informarnos de los horarios de autobuses para Xauen (aka Chaouen, Xawen, Chefchaouen y demás variantes.., tomo la transcripción mas corta y sencilla)

Tras una agitada noche africana que incluyó una acalorada discusión sobre si coger al dia siguiente el autobús para Xauen de las 8 y media (mi idea) o el de las 10:00 (la de Juanito) que fue la que prevaleció porque decía estar no tener por qué madrugar al estar "de vacaciones" (si le oyeran en el INEM...) Bueno, eso que como teníamos el cuerpo con la hora española nos desvelamos a las... ¡6 y media! Pero fieles al compromiso de no madrugar aguantamos estoicamente en la cama hasta pasadas las 8.

Nos levantamos cagando leshes, como siempre, dispuestos a batirnos a codazos con la muchedumbre de gorrones del bufet-desayuno. Fue una batalla sangrienta pero conseguimos comer algo. Pudimos comprobar que el desayuno servido en el Solazur era igual de abundante y de malo que la vez anterior, y el público -mas reducido que en Semana Santa- igual de agresivo sirviéndose. Los peores, por supuesto, los españoles que practicamente copaban el hotel.

Un autobús musical

Nos fuimos en dirección a la estación de autobuses. Nos sobró tiempo y nos hicimos un té en la cafetería de la estación mientras el público abarrotado se deleitaba con un reportaje de Al-Jazeera sobre lo malo que era Bush. Por supuesto eramos los únicos occidentales alli... Nosotros, por si acaso, atendíamos al documental como si entendieramos perfectamente lo que decían y con gesto expresivo de estar "superdeacuerdo".

Llegaba la hora de partir y nos acercamos a los autobuses. Rapidamente un grito gutural de "Txe-Txaoueeeeen" nos indicó cuál era nuestro autobús. Compañía "La Ideal" (si, tal cual) y la fantástica obra de ingeniería con la que nos íbamos a cruzar valientemente las montañas del Rif, debió fabricarse en tiempos del protectorado español, al que respondía el ibérico nombre de la compañía. Yo, racistilla, me esperaba mal olor, pero no, el bus y la gente -sencilla y decente- estaban limpios. Pero el autocar era una auténtica pieza de arqueología industrial, además de diminuto, me dí tres cabezazos contra los plafones del techo hasta que ocupamos nuestros asientos. Como eramos casi los primeros en subir, nos ubicamos justo en los asientos frente a la bajada trasera, así pudimos estirar las piernas...

El autobús zarpó con 3/4 de su capacidad, habían subido también una extraña pareja sevillana, hombre mujer, de tardía edad, ella ataviada con un bonito caftán dorado para sentirse guay que te cagas de progre y él, con una camisa de seda cruda, super etnica molongui. El caso es que él perdía aceite por un tubo y nos miraba a Juanito y servidor, con auténtica avidez...

Lo mejor del autobús nos lo proporcionaron sus frenos cantarines. Cada curva era un "aria" operística desgarrada. Debía hacer décadas que las pastillas de freno pasaron a mejor vida, y cada curva nos deleitaba con unos solos agónicos dignos del mejor Verdi que nos ponían los pelos como escarpias. Y el camino hacia Xaouen, no tiene ni una recta...

Otro puntazo fue comprobar como llevabamos un par de supuestos fugitivos en el bus. Uno directamente no se sentó en los asientos -había bastantes libres- sino que fue buena parte del viaje delante nuestro, en el hueco de las escaleras de la bajada trasera, asomándose por encima de los asientos para no marearse y agazapándose a cada control policial. El otro finalmente vino a ocupar el mismo sitio y hasta casi llegados a Tetuán no se relajaron.

En ese momento también vimos como un chaval se levantó y fue repartiendo unos libretillos en árabe -de cuyo contenido aparente no teníamos ni idea- todos eran diferentes y con una cubierta de lo más colorista. A los cuatro españoles no nos ofrecieron. Luego pasaron a recogerlos o recibir la pasta/donativo de quienes se los quedaban...

El caso es que el bus hacía parada obligatoria en Tetuán... Y realmente fue lo peorcito del viaje. No por la ciudad en si, que me he quedado con ganas de verla -la Medina ha sido declarada recientemente patrimonio de la humanidad- sino por la Estación de Autobuses...

El timo de la reservita

Nada mas parar y abrir las puertas, subió un tipejo para gritar en castellano "TETTTUÁN, PARAMOSS CUARENTAISSSINCO MINUTTTOSSS" Si ya para llegar allí tardamos hora y media, aquella espera absurda nos puso de peor leche. Eso ya suponía tardar el doble de lo que hubiermos hecho yendo con el minibus de la agencia... Pero al menos el económico precio del viaje aun lo compensaba -no llegaba a 4 euros el billete de ida.

Nos bajamos y comprobamos que la estación de Tetuán era una nave claustrofóbica, de planta central, muy estrecha pero de gran altura, apenas los buses tenían espacio para maniobrar. El ruido, el humo y el calor hacían la supervivencia allí imposible. Huimos rapidamente y subimos al vestíbulo, vimos horarios y no tardó en asaltarnos un "figura". Los falsos guias son un coñazo, entran con amabilidad, se te ofrecen para todo y hay que deshacerse de ellos muy diplomáticamente. Para huir de él, salimos de la estación para andurrear un poco por la ciudad durante la espera... El mercado municipal era practicamente anexo a la estación, pero un presentimiento nos llevó a no despistarnos y volver al bus. En efecto, la gente estaba embarcando -no habían pasado 15 minutos aun.

El mismo "figura" de antes, se nos interpuso tomando actitud de encargado de algo. Nos informó que para volver a subir al bus, teníamos que haber pagado una "reservasssion" de 7,5 euros cada uno. El resto lo farfullaba en su pensosa mezcla de español, francés y árabe. No supimos muy bien como tomarlo, aunque Juan, muy sagaz, desconfió rapidamente de él -el susodicho figura tenia tan mal aspecto que incluso babeaba... En su ayuda llamó a otra gente alrededor, para que corroborasen su argumento. Y lo peor que hice yo fue intentar traducir sus palabras y ponerle el resultado en bandeja: "que hacía falta tener comprada la vuelta para tener plaza asegurada" Eso pensé yo finalmente, mientras Juanito iba a asegurarse preguntando al revisor. Cuando ya tenía la respuesta que esperaba ya era tarde: yo le estaba pagando mi parte y la de Juan -solo llevaba un billete de 20 euros- y el "figura" rápido como el hambre, calculó el montante (quinssse euroh) Cogió los 50 dirhems de cambio prestados de otro figura y me los devolvió. Juanito trató de capturar el billete de 20 euros cuando se lo daba, pero llegó tarde al ejercicio de malabarismo. El cabrón del "figura" aun se puso chulo con Juanito diciéndole: "qué passa contigoh, tu paranóico! tu no gussztar mi cara, eh?"

Pues eso, que me birlaron 15 euros y lo peor no fue eso, sino el cashondeo del Juanito recordándome que tenía hecha la "reserva" durante todo lo que quedó de viaje... Subimos de nuevo al bus, y entre el bochorno interno y el externo, casi me deshidrato del sudor. Hasta que el bus arrancó, pudimos observar toda una galería de distintos pedigüeños que se subían al bus: vendedores de chucherías, pasteleros, un niño vendiendo kleenex que al verme sudar como un cerdo me ofreció un kleenex suelto, de buena voluntad, para que me empapase la suada, aunque luego le di 20 centimos por el detallito. Pero de todos el mejor fue el que subió con un radiocasete que sonaba como un loro con paperas, y se ponía hacer un playback, perfomance o lo que fuera, (a ratos se oía su voz, pero tenía menos gracia que un Acebes con avitaminosis) Llevaba un puñado de casetes para vender y supusimos que eran sus propias grabaciones, en fin, casi se nos caen los dientes de la tiricia.

Eso si, con tanto follón el autobus se habia llenado y perdimos nuestros cómodos asientos. Pudimos ocupar otro par, pero el espacio era mínimo y acabé el viaje casi con síndrome de clase turista, las piernas entumecidas y al borde de la gangrena. En Tetuán subieron dos parejitas de buenrollistas españoles, con sus rastitas y equipo de malabares españoles incluidos. Y aguantando sus conversaciones místicas llegamos hasta Xauen.

Dos zombies en la ciudad azul

Cuando mis piernas respondieron y nos informamos de los buses de vuelta iniciamos la ascensión hasta la medina. Y digo ascensión, porque es una ciudad de ladera, con cuestas empinadísimas. Llegamos y encontramos el restaurante "Casa Hassan" donde comimos la otra vez. Eran las 4 de la tarde: Juanito hambriento, yo también, pero con el estómago encogido del viaje y el disgusto. Nos hicimos un tagine y un cous-cous. La verdad es que mis tagines me gustan mucho mas, pero el cous-cous estaba riquísmo. Con el buen ambiente del restaurante -una preciosa casona local, decorada con un gusto exquisito y atendida por una gente muy amable y tranquila- me fui relajando y después de comer nos fuimos a disfrutar un poquito de Xauen -justito, porque el ultimo autobus de vuelta salía a las 6 y media. Debimos tomar el que salía a las 8...

Callejeamos un rato por las callejas multiazules de la medina de Xauen, respirando su paz bulliciosa -la ciudad está llena de turistas, pero el buenrollismo es perenne y sus habitantes transmiten una serenidad que sólo el mejor hachís puede dar... Esa tranquilidad aristocrática y la belleza de las calles, limpias -para los estándares marroquíes- y cuidadas -encalan de azul cada mes-, el paisaje serrano y la herencia andalusí de sus gentes, es lo que hace a Xauen un lugar tan cautivador en el que me quedaría a vivir. Fuimos sorteando las múltiples invitaciones a ver el trabajo de los talleres -sobre todo los textiles, la especialidad local y las de comprar costo, la otra especialidad local...

El morito que no quería regatear

Juanito, que quería comprarse una mesita de mosaico, se fijó en una tiendecita que tenía un pare de ellas muy bonitas fuera. Entramos casi santiguándonos y pronto apareció el dependiente: un morito muy guapo, de ojos verdes, modales muy finos y que hablaba un castellano muy fluido. Juanito se defendió del compromiso de compra aludiendo que llevarse una mesa era mucho peso, por eso prefería comprarla en Tánger, pero Hamidde que así se llamaba le demostró que eran facilmente transportables, ahí comenzó una pequeña orgía consumista. Yo al principio me resistí a comprar nada -después de que Juanito se gastara 37 euros en una bonita mesa de mosaico y un candelabro de forja, yo al final hice lo propio con una tetera nueva, un juego de vasitos azules -made in Morocco- que estoy harto de los vasitos moros taiwaneses que se les va la pintura en el primer lavado... y también un precioso incensario plateado. Pues eso que no iba a comprar nada y me gasté 38 euros (lo mejor en consumismo vendría de todas maneras al día siguiente) Y lo bueno es que Hamidde no regateaba, el decía que eso ya llevaba el precio mínimo razonable y que los tiras y aflojas eran una pérdida de tiempo. Y razón no le faltaba, aunque Juanito se quedó con las ganas de cabrearle -ya conocemos su afición a tocar los cojones... Y es que con el comercio este chico ha encontrado la manera se superar sus frustraciones.

En la tienda se nos pasó la tarde y llegó la hora de cojer el autobús. Afortunadamente, esta vez pusieron el modelo nuevo de la compañía para la vuelta (un autobús bastante moderno y equipado con todo menos aire acondicionado) y mis piernas lo agradecieron, pero al llegar a Tetuán, volvió a invadirnos el mismo calor. Eso si, precavidos nosotros, ni se nos ocurrió bajar, aunque tampoco se veían "figuras" merodeando a la caza de turistas sugestionables como yo.

El autobús borreguero

En el bus, de nuevo otra procesión de vendedores de toda clase de chucherías. El cantautor local se abstuvo en esta ocasión de nuevas demostraciones de su arte. Lo peor fue cuando el bus empezó a llenarse hasta tal punto que la gente no cabía y el busero comenzó a acomodar personal en el espacio entre la ultima fila de asientos -donde nos habíamos sentado- y la ventana trasera. Allí donde incómodamente podría ir una persona a cada lado, instalaron ¡SEIS! Cinco chavales y una abuela. Por supuesto el hueco de la escalera trasera también se llenó. Y todos bien escondidos por si la policía hacía el alto.

Cuando ya estabamos al borde de la lipotimia, el bus arrancó y hasta llegar a Tánger no terminó de ventilarse del todo. A mi me hizo efecto el par de biodraminas que me metí entre pecho y espalda y me pasé el viaje dormitando, y francamente, prefería no despertar... Y para mayor tortura, el chofer puso una cinta o una emisora donde un predicador histérico salmodiaba una especie de sermón, que siguió sonando en mi cabeza horas después de haber bajado del autobús...

La ducha del hotel fue mas que reparadora, aunque no me pude secar porque el servicio de habitaciones olvidó reponer toallas. Por mucho que llamé a recepción y conserjería, respondieron como quien oye llover... Tras relajarnos un poquito, salimos a dar un paseo nocturno y a la camita a dormir...

3 comentarios:

Lord Edgar R. Crossbower dijo...

Qué foto más bonita. Los tonos azules quedan chulísimos, la lástima es que se te ve muy pequeñito en comparación con el resto, parece que se te coma el paisaje.

El Nigromante dijo...

Si que lo es, pero a mi ya me tenéis muy visto, lo importante es el azul de Xauen. Eso sí, parece que se ha gafado con tu comentario y ahora no puedo subir la foto...

Lord Edgar R. Crossbower dijo...

Ofrecele 15 euros, a ver si te deja subir la afoto...