lunes, 1 de enero de 2007

Nochevieja en el Palacio de Invierno: las afotos (Parte 2)

Después de meternos un buen rato con el pobre negro, digo Juan, seguimos bebiendo y contando batallitas de esas tan especiales que nos gustan a los freaks. Llego un momento en que el cuerpo pedía un poco de movimiento y nos embutimos bien embutidos en nuestros abriguitos y salimos a dar un buen garbeo por las callejuelas de Sella. Hacía un poquito de frío y la música de fondo aún nos recordaba que estábamos en la recién entrada del año nuevo, nada que ver con la solemnidad que tuvimos en septiembre cuando recorríamos aquellas mismas vías en procesión, borrachos perdidos, cantando a la Virgen de la Aurora que no parecía que llegara nunca a su fin.

Tras este paseo nos entraron las ganitas de irnos a dormir. Inicialmente estaba pensado que durmiéramos en el mismo sitio donde habíamos hecho la cena, pero al final nuestro anfitrión se compadeción de nosotros y nos permitió dormir en colchonetas y sacos de dormir pero dentro de la casa mientras que él arrastraba al pobre Juanito a vete tú a saber qué oscuras intenciones dentro de su tálamo nupcial... Nos acostamos cual anchoas en latas: Tomás en el sillón, Paco, un servidor y Macarralu en el suelo con las colchonetas.
Dormimos bastante bien pero de vez en cuando se nos acercaba el jodío gato, Mefistófeles, y pasaba entre nuestros brazos, nos lamía la cabeza y tal. Eso y la pelea de ronquidos entre Carlos y Tomás (con alguna participación mía, no lo niego) nos alegró el tiempo de descanso.
Por la mañana nos levantamos bastante pesados por la bebida y la comida de la noche anterior. Aún así, Carlos tenía preparada la solución: la milagrosa sopa Harira. Pese a que pretendíamos ir a comer a nuestras respectivas casas, decidimos desayunar consistentemente y la sopa caliente con sus especias nos revivió casi al instante. Juanito puso su punto de anfitrión consorte y nos sacó un delicioso (eso dijo Tomás y Paco, yo no estaba con cuerpo de catarlo) salmorejo. Comimos, repetimos las veces que se hicieron falta y nos preparamos para regresar a casita con la alegría de haber pasado una buena noche y una mañana la mar de agradable en compañía de la familia (porque es lo que somos, el Clan de Montedemo). Y que tengamos oportunidad de repetir las veces que hagan falta ya que será sinónimo de que seguimos bien todos.
Muchas gracias a los anfitriones, en especial a la todopoderosa Bruja de Sella que nos permitió caminar en sus tierras una vez más.

Nochevieja en el Palacio de Invierno: las afotos (Parte 1)

Aunque recomiendo encarecidamente la lectura de lo que ocurrió realmente aquella nochevieja de 2006-7 en esta página, os muestro algunas instantáneas de la fiesta épico-decadente en todo su explendor.

Nos desplazamos hasta Sella, lugar donde tendría lugar la cena de marras, en el coche de Tomás. Ibamos allí el señor Paqüito, la señorita Macarralu y un servidor de ustedes, el señor Robin. Llegamos y dejamos el coche justo en la puerta de la casa donde habitan la señá Pilar (madre de Carlos y anfitriona donde las haya) y empezamos a sacar todas las cositas de comer y beber. Las fuimos subiendo a la terraza, lugar preparado para que hiciéramos la cena y pasáramos la fiesta. Allí estaba esperandonos el Juanito, ex-marinero y cacho-de-carne-con-ojos al que le une una amistad con más o menos roce con nuestro Carlos, a pesar de que es de Algeciras y según Paqüito, es negro... Carlos llegaría un poco más tarde de su trabajo en la recepción del camping donde actualmente está encerrado día sí y día también por lo que nos pusimos manos a la obra para preparar los aperitivos y la mesa para el momento en el que llegara el anfitrión ponernos rápidamente a cenar. Por su parte, Pilar y Juanito habían estado preparando un par de redondos de ternera al horno que serían el plato principal de aquella cena.
Al rato apareció Carlos con su trajecito de recepcionista y después de los saludos y ponerse más cómodo nos sentamos a la mesa a empezar a zampar. Las tablas de quesos y pateses cayeron rápidamente y estábamos preparandonos para empezar a hincarle el diente a los redondos de ternera cuando nos dimos cuenta de que teníamos que recoger los bártulos y correr hacia la plaza del pueblo porque ya eran los 23:45 horas y no nos iba a dar tiempo a comernos las uvas. Llegamos justo a tiempo para sacar los paquetitos con las uvas de mesa del Vinalopó y comenzó un jolgorio y un follón con los cuartos, las enteras y la mare que els va parir a tots, que unos habían terminado antes de tiempo y otros aún ni habian empezado... Tras esto se sacaron botellas de sidra y de cava y a brindar todo el mundo con todo el mundo, besos y abrazos y muchas esperanzas puestas en el año nuevo que acababa de empezar. Tras este paripé nos volvimos por donde habíamos venido y a seguir comiendo, que teníamos la mesa repletita de viandas y la carne no se la saltaba nadie, que estaba la mar de rica y jugosa. Después de la cena, empezamos a recoger un poco los bártulos y sacamos los licores, alcoholes varios y comenzó la parte amena de la noche: meternos con Juan (algo de lo que Tomás hace un arte).